Y me encuentro aquí, sentada, escribiendo la carta que nunca tuve el valor de contestar.
Han pasado casi tres años, y este dolor, este sufrimiento no se va, sigue inmóvil desde el primer día que todo sucedió.
Tengo que sincerarme, voy a sincerarme. Posiblemente nunca llegue a leer mi carta, posiblemente él ya se haya olvidado de mi, pero aún me queda una esperanza dentro de lo que cabe, pero es que cabe tan poco...
Aun así voy a hacerlo, mañana por la mañana este escrito estará en la otra punta del mundo...
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